jueves, 10 de febrero de 2011

Las cárceles que inventó Piranesi

El término cárcel procede del latín carcer, -eris y se define –hoy en día– como un local destinado a la reclusión de presos; pero esa definición es un concepto muy contemporáneo que se relaciona con las penas privativas de libertad, el respeto de la personalidad de los reclusos y sus derechos e intereses jurídicos y cuyo fin primordial es la reinserción de los internos en la sociedad.

Nuestras leyes sobre instituciones penitenciarias así lo regulan, pero desde las ergástulas de los romanos hasta las mazmorras medievales, las prisiones de la antigüedad no eran más que un lugar de verdadero suplicio donde se custodiaba a los detenidos infligiéndoles todo tipo de penas corporales y tormentos; y si lograban sobrevivir a las torturas, no permanecían detenidos durante su condena: se les ejecutaba brutalmente en público (como en el célebre caso que ya mencionamos de Robert François Damiens, en 1737) o, si tenían mejor fortuna, eran liberados pagando una sanción pecuniaria.

En el siglo XVIII, cuando las prisiones aún se concebían como esos lúgubres calabozos, un artista veneciano consiguió realizar una serie de grabados artísticos único en su género. Giovanni Battista Piranesi nació en 1720 en un pequeño pueblo de la República de Venecia llamado Mogliano, aunque terminó desarrollando su carrera de arquitecto, arqueólogo y pintor en Roma, donde se estableció a los veinte años hasta su muerte en 1778.

Conocido por sus aguafuertes basados en las grandiosas construcciones del Imperio Romano, su obra más personal fueron las Carceri d'Invenzione: enormes estructuras de galerías, pasadizos y escaleras con varios puntos de fuga, llenas de artilugios, cuerdas y cadenas que el espectador no sabe si se encuentran inacabadas o, simplemente, están abandonadas. Parecen obra de un autor plenamente surrealista, pero fueron realizadas entre 1745 y 1761.

Sus grabados transmiten una sensación de intranquilidad, una desazón que recuerda a las escenas de continuidad imposible que pintó el holandés Maurits C. Escher (1898-1972) a mediados del siglo XX, reflejando sus mundos imposibles.

Las cárceles de Piranesi son espacios que desconciertan porque no se sabe qué se encuentra arriba o abajo, dentro o fuera; el autor ha sabido crear un infinito artificial similar al efecto de un decorado teatral, donde las personas aparecen dibujadas como simples mendigos, prisioneros o torturados, unos seres insignificantes que hacen aún más grandes esas construcciones carcelarias.

3 comentarios:

Virginia Domingo de la Fuente dijo...

Desde luego esta imagen de la carcel, da mucho miedo y mi pregunta sería ¿ Las inventó Piranesi, o existían en realidad?

Carlos Pérez Vaquero dijo...

Hola Virginia. Se dice que el joven Piranesi tuvo que conocer la insalubre prisión de los Piombi en Venecia, donde el techo de las celdas superiores estaba cubierto de láminas de plomo que el donjuán por excelencia, Giacomo Casanova, utilizó para cincelar sobre el metal parte de sus memorias. Esta prisión se encontraba situada junto al Palacio Ducal al que se unía por el famoso puente de los suspiros, hasta que se derribó a finales del siglo XVIII. Al parecer, esta fue su mayor inspiración.

Virginia Domingo de la Fuente dijo...

Si he estado allí por cierto....romántico nombre al puente para luego descubrir el por qué de ese nombre...

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